Los meses de verano nos invitan a disfrutar del sol, el mar y la brisa marina. Pero acudir a un destino de costa en vacaciones es mucho más que un acto lúdico, pues estos tres elementos ejercen múltiples efectos beneficiosos sobre la salud.
Las dos grandes bazas de pasar las vacaciones en la playa son el clima marino y el agua de mar. El primero es estimulante y tonificante para el organismo, mientras que el agua supone un auténtico cóctel de sustancias necesarias para la salud. Entre ellas destacan algunos minerales que el organismo puede absorber en pequeña proporción a través de la piel: el yodo, que actúa principalmente sobre la glándula tiroides (encargada del equilibrio metabólico); el potasio y el sodio, que regulan la cantidad de agua que entra en células y tejidos y son imprescindibles para mantener el tono cardiaco y muscular; el azufre, que alivia el reumatismo y fortalece los huesos y tendones; el calcio, que interviene en la formación ósea y participa en otras funciones del organismo; y el silicio, que actúa sobre el sistema inmune. Todo ello, unido al beneficioso efecto relajante que supone pasar unos días junto al mar.
¿Por qué cura el agua de mar?
El medio marino es el ecosistema más importante de la Tierra y el elemento vital que asegura la conservación de nuestro medio en unos límites tolerables para la vida: sin él las noches serían polares, los días tórridos y la vida imposible. Pero, además, el mar cura. Esto, si bien se conoce desde la Antigüedad (Hipócrates fue el primero en prescribir su uso interno y externo), no ha sido hasta principios del siglo XX y gracias al investigador francés René Quinton cuando se ha descubierto porqué. La explicación no es otra que la conexión que existe entre ésta y el ser humano. Y es que el 70% de nuestro peso es agua, cuya composición mineral es casi idéntica a la del agua de mar. Por eso es que cada uno de nosotros lleva en sus venas un fluido salado que combina el sodio, el potasio y el calcio, en una proporción muy similar a ésta, y por eso las lágrimas, las secreciones nasales, nuestro sudor, la orina y hasta nuestra propia sangre tienen un sabor salado. De ahí que un baño de mar implique la revitalización y reconstitución de las células del organismo.