Bailar, una actividad sana y divertida

Bailar, una actividad sana y divertida

Bailar es una forma excelente de mover el cuerpo sin darnos cuenta de que estamos haciendo ejercicio. Mientras danzamos se activan los músculos, se trabajan las articulaciones, se eleva el ánimo y nuestra vitalidad aumenta.

Sabes lo saludable que resulta practicar una actividad física pero no encuentras una que te atraiga y divierta. ¿Por qué no pruebas con el baile? Aprovecha el inicio del curso para apuntarte a unas clases. La experiencia de aprender a movernos y dejarnos llevar por la música, unida la sensación de bienestar que produce tener la mente y el cuerpo ocupados en una misma actividad son elementos que nos ayudan a mantenernos sanos e, incluso, favorecen la pérdida de peso. Además, está demostrado que las personas que realizan algún tipo de ejercicio sufren menos problemas de salud y se encuentran más relajados y optimistas. Así que… rompe la rutina y benefíciate del baile: aprovecharás el tiempo, disfrutarás, te relacionarás con gente, te divertirás y al mismo tiempo te estarás cuidando.

Encuentra tu ritmo
Si bien la mayoría de nosotros hemos bailado alguna vez, para algunos el baile es algo fuera de lo común que se hace en ocasiones especiales (salidas, bodas, etc.) Ahora, de lo que se trata es de convertirlo en un hábito y practicarlo por lo menos una hora a la semana. Sólo así conseguiremos que nuestro cuerpo y nuestra mente noten todos sus beneficios. Un aliciente es la gran cantidad de ritmos que se pueden aprender: desde los tradicionales bailes de salón (vals, tango, pasodoble…) hasta los más demandados hoy en día: la danza del vientre, los ritmos latinos y afros, o el flamenco, entre otros. Existe un baile para cada persona, sólo es cuestión de encontrar el que más se asemeje a nuestra forma de ser y entender la vida. A continuación te explicamos en qué consisten y qué beneficios concretos te aporta cada uno.

Danza del vientre, el más sensual
-En qué consiste: es un danza muy antigua que nace en el norte de África y alcanza gran auge en Egipto. Está concebida para la mujer, a la que hace sentir más femenina y elegante, y en la que despierta su sensualidad. Se basa en la realización de movimientos suaves y ondulantes en los que participa todo el cuerpo de forma armónica, pero muy especialmente las caderas, los músculos abdominales y la pelvis. También se trabajan los brazos y manos que aportan elegancia al baile.

-Qué se consigue: al bailar danza del vientre cambia incluso la manera de relacionarse con los demás, pues una se siente más relajada, sensual y segura de sí misma. Pero también son muchos los beneficios físicos: alarga la figura, se trabaja intensamente la zona del vientre y las caderas, y se moldean y endurecen las piernas. Además, si la clase va a un ritmo rápido, se pueden quemar más calorías que en una sesión de aeróbic, entre 300 y 500 calorías en una hora según la intensidad de la clase.

-Qué necesito: ropa cómoda (pantalón y un top), unas zapatillas parecidas a las de ballet y un pañuelo en la cintura.

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Pecho más firme y bonito

Pecho más firme y bonito

El busto es el mayor símbolo de la feminidad y una de las partes del cuerpo que más preocupa a las mujeres, sobre todo cuando llega el verano. Para mantenerlo bonito y evitar la temida flaccidez y las estrías, ejercitarlo es fundamental.

En verano el pecho adquiere más protagonismo: con bikini, bañador o camisetas ajustadas es difícil esconderlo. De ahí que la preocupación de muchas en esta fechas sea acabar con la flacidez, estrías, poco volumen… Y es que al carecer de músculos que ejerzan de sujeción, el pecho es una de las zonas que más se estropea con el paso del tiempo. En efecto, se trata de dos glándulas situadas sobre los músculos pectorales y sostenidas tan sólo por la piel, razón por la cual tienden a caer con facilidad, y sufren especialmente los cambios de peso, los malos hábitos, la maternidad y la falta de cuidados, que pueden hacer que envejezca antes. Así, para conseguir un pecho atractivo es preciso mantener elástico el tejido cutáneo que lo cubre con una dieta correcta, hidratación y una buena postura, además de fortalecer los músculos pectorales y dorsales que ayudan a su sostén, con ejercicio específicos. Si además le procuramos algunos cuidados básicos, podemos cambiar su aspecto y prevenir muchos problemas.

El mejor ejercicio
La combinación de media hora de ejercicio aeróbico tres veces por semana con un programa de pesas y fortalecimiento de la musculatura pectoral (ver recuadro) se traduce en una mejora de la piel de los senos y en una buena postura.
La natación y la gimnasia acuática también son excelentes para fortalecer los músculos de los brazos y la parte superior del torso, al igual que el baile clásico y el ballet. Sin embargo, aunque el deporte en general es beneficioso para la musculatura pectoral, debemos tener cuidado con los ejercicios violentos, los saltos y el footing, pues el deporte de alto impacto puede resultar perjudicial y más si no se utiliza un buen sujetador deportivo. Las mujeres con poco pecho, además, deben vigilar en no excederse con el ejercicio ya que si se quema mucha grasa, se puede llegar a consumir el tejido, e incluso perder media talla.

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Aquagym, ejercicio y diversión

Aquagym, ejercicio y diversión

Practicar ejercicio dentro del agua es la mejor opción en verano. En la piscina o en la playa, cualquier momento es bueno para notar sus múltiples beneficios.

El calor y la humedad propios de estos días hacen necesario bajar el ritmo y la intensidad del entrenamiento. Es el momento de plantearse otro tipo de actividad y el aquagym se erige como una alternativa refrescante y divertida en esta época, cuando lo último que nos apetece es sudar más. Además, en el agua se hace el doble de esfuerzo que en la superficie, se queman muchas más calorías, recibimos un masaje constante y hacemos deporte en el medio más relajante que existe. Por eso cada vez más personas de toda edad y condición física lo practican con regularidad, y no sólo en verano.

Menos esfuerzo, más beneficios
Parece una contradicción, pero es la realidad del aquagym. Y es que la actividad física que realizamos en tierra, dentro del agua resulta más fácil, aumenta su efectividad y es más segura. El motivo es que la flotabilidad que proporciona el medio acuático hace que el peso percibido sea hasta un 90% menor que el verdadero. Este hecho provoca que se reduzca de manera notable la presión sobre las distintas partes del aparato locomotor y, por tanto, los problemas de articulaciones o musculares que pueden presentarse en tierra. En el agua se minimiza asimismo la posibilidad de sufrir lesiones porque el agua proporciona resistencia general al cuerpo por todos los flancos. Además, dicha resistencia, tan envolvente, hace que se trabajen los músculos en cualquier dirección posible y seamos capaces de realizar ejercicios difíciles o imposibles de hacer fuera. Por otro lado, trabajar dentro del agua permite que aumentemos la intensidad de la actividad sin saturar nuestro esfuerzo, lo que conlleva un mayor consumo de calorías.

Frescos y relajados
Además de todas estas ventajas, dentro del agua se produce de forma espontánea una relajación que supone una disminución de un 20-30% del tono muscular en comparación con la situación “en tierra”. Esto explica sus beneficios, por ejemplo, en las contracturas. Por si fuera poco, el cuerpo transmite el calor del ejercicio al agua mejor que al aire, con lo que la temperatura corporal es más agradable y ganaremos en frescura. A todo esto hay que unirle la música que normalmente acompaña una sesión de aquagym y que es de gran ayuda para relajarnos o activarnos, según la melodía y el momento, sintiéndonos más cómodos en la realización de cualquier tipo de ejercicio. Por otra parte, muchas veces en las sesiones se introducen elementos adicionales (mancuernas, tablas, balones, colchonetas, cinturones…) que nos ayuda a adaptar el esfuerzo a las posibilidades y características de cada persona, ofreciendo mayor o menor resistencia al agua.

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